EL ULTIMO DIA DE UNA MILI EN EL SAHARA.

Llegué al Sahara Español el 24 de octubre de 1974. El campamento en el BIR-1 transcurrió rápido, sin pena ni gloria, estuve en la Cuarta Compañía como casi todos los que venimos de Girona y de estos días no recuerdo ninguna anécdota especial.
Una instrucción militar que duró apenas 6 semanas pues había prisa.
El cabo furriel que era también de Girona quería dejarme su puesto, pero le dije que ya tendría tiempo de estar en una oficina.
Siempre me gustaron las actividades al aire libre y de la naturaleza.
No podía pasarme 13 meses en una oficina rellenando papeles, tuve claro que quería más actividad y pasarlo lo mejor posible.
Pidieron conductores que ya tuvieran el carnet de conducir y me apunté, pues podría ser divertido.
Me saqué el carnet de primera en el BIR con un Pegaso Comet al que casi no le entraban las marchas.
Después de la Jura del 08/12/74 fui destinado al Ramix-95 en El Aaiún como conductor de camión Pegaso 3045 en la 1ra. Batería de Campaña. Obús 105/14.
Los conductores en el Ramix teníamos nuestro propio Teniente y Capitán, por lo que era normal que nuestro trabajo y actividad del día a día fuera con las necesidades generales del Regimiento. Entre todos éramos más 50 conductores. Fuimos un colectivo muy bien avenido donde nuestra obligación era tener el vehículo siempre a punto y realizar las tareas que el Brigada y el Sargento de Autos nos ordenaban a primera hora. Los conductores no realizamos guardias, ni instrucción ni ningún otro servicio de cuartel por lo que puedo asegurar que todos estábamos encantados con nuestro trabajo.
Pero siempre que la 1ra Batería salía de maniobras, prácticas de tiro, alarmas infundadas o más serias, a Edchera, Guelta, Hagunía, Daora, Tah… los conductores de los Pegasos 3045 siempre estábamos con nuestra pieza y sus artilleros.
Confieso que no me iba en absoluto el tema militar, por ello intenté pasar lo más desapercibido possible, no meterme en líos ni problemas y de los mandos del Ramix 95 solo recuerdo el nombre del comandante Alberto Rosillo, y el del Coronel González de Suso y poco más.

El Comandante Rosillo estuvo de Capitán en la 1ra Batería, antes de mi llegada.
Yo lo recuerdo ya de Comandante, de verlo caminar solo y con las manos juntas en la espalda, con su gorra de plato y la visera muy baja, siempre pensativo recorriendo las calles del Cuartel observando, pero sin meterse con nadie.

Pero lo que no olvidaré es lo que nos sucedió a un grupo de conductores que tuvimos un pequeño pero duro altercado con él.

A mediados de octubre, por los sucesos que ocurrieron a raíz de una publicación en el diario La Realidad el ambiente se volvió muy tenso en todo El Aaiún i también en el Ramix-95. Salidas nocturnas, alambradas envolviendo la ciudad, prohibiciones de salir de paseo…
La tropa nos enteramos de muy poquita cosa de lo que exactamente sucedía, radio macuto no era mucho de fiar, pero Radio Sahara no informaba de estos problemas. Supimos de la visita de Juan Carlos el 2 de noviembre y todos pensamos que la cosa iba en serio, que nos tocaría defender el Territorio.

Venía la Marcha Verde. La Operación Marabunta. Siempre preparados para la batalla resultó que nos iban a invadir civiles, mujeres y niños, y andando.

La 1ra. Batería de Campaña formaba parte de la Agrupación Lince, y como tal estuvimos del día 3 hasta el día 14 de noviembre en la Sebja de Tah, viendo a los marroquíes acampados al otro lado. Con prismáticos los veíamos y ellos a nosotros.
Pero ya se hablaba que aquello era un teatro y que estaba todo pactado puesto que los marroquíes ya habían entrado por Mahbes, Echederia y Hagunía.
Lo que si era cierto era que todos teníamos un poco de canguelis.
El día 14 se dejó el puesto y junto con la tercera bandera de La Legión desmantelamos la posición y bajamos de nuevo al Ramix, a El Aaiún.
Sorpresa. Por el camino nos encontramos a un grupo de unos diez civiles marroquíes harapientos y mal vestidos que habian cruzado el campo de mines y que arrodillados nos pedían agua y comida, dando vivas a Franco, a España y a todos nosotros… suplicando que no los matásemos.
Se me bebieron en pocos minutos la garrafa de 25 litros que siempre tenía en la cabina para los artilleros.
El Teniente Berlandino que iba en el convoy llamó a la Policía y a las 2 horas los marroquíes infiltrados ya estaban en el cuartel de Hatarrambla-Cocheras.

El 22 de noviembre, dos días después de la muerte de Franco, con las seis piezas de la 1ra Batería subimos al Aeropuerto a disparar las salvas de rigor con nuestros obuses 105/14.
Con el estruendo y la alarma que se creó con las salvas, más de uno pensó que los marroquíes estaban ya a las puertas de El Aaiún.
A partir de este día los conductores de camión no paramos ni dormimos más de tres horas seguidas.
Pasamos días y noches transportando munición del Ramix, de los Olmos, de otros cuarteles, de los Polvorines de Canteras y Belén hasta Cabeza de Playa y conduciendo el camión por el pantalán de Fosbucraa hasta el final donde esperaban los barcos para cargar toda clase de enseres civiles y militares. Había que vigilar mucho el bordillo del pantalán pues el camión pasaba bastante justo por el estrecho paso, un error de conducción significaba una caída al mar con el camión puesto.

El pasar por delante del Parador Nacional en estos continuos viajes era obligado. En la segunda quincena de noviembre los marroquíes ya estaban en El Aaiún, el Parador estaba fuertemente vigilado por sus soldados apostados en la puerta y la curva de bajada.
Al pasar frente a ellos nos dirigíamos mutuamente gestos obscenos y de desprecio y también algún grito insultante.
Se reían de nosotros. Aquello era humillante.
Esto fue así durante los diez días finales de noviembre. Todos los días y todas sus noches.

Ocurrió el día 01 de diciembre de 1975.
Después de pasar toda la semana casi sin dormir y transportando toda clase de enseres para la evacuación del Territorio en la llamada Operación Golondrina.
Regresábamos de Cabeza de Playa para proceder a una nueva carga de lo que fuera.
Éramos cuatro conductores con más de un año de mili. Al entrar en el Ramix 95 paramos los Pegaso 3050 en la calle principal para atender la próxima orden o servicio.
Sentados en la acera iniciamos una discusión entre nosotros.
Un compañero de Irún y yo discutíamos a viva voz y los demás nos escuchaban.

Alcé la voz y muy cabreado dije:

“Vaya mierda de ejército que somos. Somos unos cobardes y nuestros mandos no tienen huevos para parar los pies a estos hijos de puta.
Hemos estado aquí muchos meses pasándolas canutas y ahora huimos con el rabo entre las piernas. Vaya ejército de Pancho Villa”

Literalmente, esto fue lo que dije sin darme cuenta que alguien podría oírme.

Y me oyó.
El Comandante Alberto Rosillo estaba en la esquina a dos metros de mí y lo oyó todo perfectamente.
Se plantó delante y nosotros cuatro firmes preveíamos lo peor. Yo imaginé que ya no me licenciaba en todo un año y que me encerraban.

Enfrente mío.
Con una expresión dura en su cara, boca apretada, mirándome fijo a los ojos sin decir palabra, a menos de un palmo de mi nariz.
Con sus dos manos me coge por los hombros muy fuerte.
Yo era veterano de 13 meses de Sahara, esto se notaba y creo que fue lo que estaba pensando el Comandante, mirándome sin pestañear.

Me zarandea fuertemente y me grita:
“Tú crees que nosotros somos unos cobardes? ¿Que nos vamos así, sin ganas de luchar?
¿Nosotros que hemos pasado más años que tú en este puto desierto crees que nos vamos contentos y que nos da igual dejar esta tierra y su gente a su suerte?”

Me suelta los hombros y sin dejar de mirarme ni un segundo su tono disminuye y empezamos a hablar.
Comentamos lo que hemos pasado en los últimos meses, las humillaciones que en estos días sufrimos y le dije que me perdonara si había dicho palabras que pudieran confundirse con insultos.
Hablamos al menos media hora.
El Comandante nos hablaba como soldado.
Como un artillero como nosotros.
Comprendí que tanto él como casi todos los mandos tenían la misma amargura que nosotros, los soldados de reemplazo.
Nos dijo que él pensaba lo mismo que yo había dicho pero que no podían hacer nada.
Que en el ejército hay que cumplir órdenes, aunque no estés de acuerdo.

Nos quedamos admirados por la forma como nos había hablado y expresado lo que sentía.
Sacó un papel de su bolsillo y nos tomó nuestros nombres, dio media vuelta y se fue caminando con sus manos enlazadas detrás, como era habitual en él, cabizbajo y mirando el suelo.

Aquel mismo día por la tarde el cabo furriel nos llama a los cuatro conductores a su oficina.
Estábamos acongojados del todo, cierto.
Nos van a empapelar decía el compañero de Irún.
Iremos al Castillo en Las Palmas, decía otro.

Os vais a casa.
Mañana entregáis la ropa y buscáis medio de transporte para iros a casa.
Vuestra mili ha terminado.
Fueron las solas palabras del furri.
Después de trece meses, dejé el Sahara el 6 de diciembre de 1975.

Como casi todos los que hicimos la mili allí, me olvidé del Sahara, del Ramix y del Comandante durante 49 años.

En marzo de 2024 leí un comentario en la web firmado por un tal Alberto Rosillo.

Me quedé unos instantes con la mente en blanco intentando recordar donde había oído este nombre.
Los recuerdos cayeron de golpe como una cascada, me acordé de todo con todo detalle.
Conseguí los datos del nuevo Alberto Rosillo, como no podia ser distinto resultó ser su hijo que también estuvo en El Aaiún de niño en aquellos años difíciles.
Lo contacté, hablamos, nos escribimos y yo le conté esta historia.
Y lo humano que fue su padre al discutir con cuatro soldados.
El Comandante Alberto Rosillo murió en el 2006. Fue un buen militar y mejor persona.

Alfons Duch Isern.
Regimiento Mixto de Artillería 95 – El Aaiún. 1ra Batería de Campaña.
Octubre 1974 a diciembre 1975. Conductor Pegaso 3045 i 3050.