“RECORDANDO-IV ‘AUTORIDAD Y DISCIPLINA’ “
AUTORIDAD Y DISCIPLINA
Así las conceptué y viví en aquel ejército de los años setenta.
Resulta gratificante pensar que las cosas han cambiado con la creación de un ejército formado por voluntarios, dirigido por oficiales más cualificados y soldados favorecidos por nuevas Ordenanzas, Reglamentos y Códigos de Justicia Militar. (*)
No cabe ninguna comparación entre aquellas unidades de las que formamos parte y las actuales. Fue un ejército distinto bajo un sistema diametralmente opuesto al actual, tan diferente como la noche y el día, la dictadura y la democracia.
Por vínculos de familia, trato directo con militares que ya habían dejado el ejército y amistad con personas próximas al entorno militar, antes de ser llamado a filas conocía en gran medida las cualidades, virtudes y defectos que concurrían en la personalidad del militar profesional. Tal noción me había hecho entender que el paso por la ‘mili’ no iba a resultar un camino fácil debido a las diferencias mantenidas con aquellos a la hora de valorar determinados principio fundamentales por naturaleza, e inseparables de la condición humana.
A pesar de observar en las nuevas normas de conducta carencias y defectos, asumí con reparo el nuevo ordenamiento por considerarlo eje sobre el cual tendría que girar la vida en todo campamento y cuartel. Autoridad y disciplina fueron aceptadas incluso con los privilegios propios del ámbito castrense, reconociendo que sin ellas reinarían el caos y el desorden; instruir a un grupo de 200 o 4000 hombres cada cual con su mundo y circunstancias propias, distintas formas de pensar y comportarse, requerían mando y obediencia.
Lo que no podía comprender por injustificable e irracional era el método empleado en su ejercicio, sobre todo, por parte de los mandos más cercanos a la tropa. El procedimiento seguido para lograr imponerse y conseguir un respeto reverencial y la sumisión ciega que buscaban a toda costa, gravitaba en torno a los conocidos lemas de: “ordeno porque mando, si mando ordeno”; “hoy por galones, mañana por cojones”.
Aquella forma de comportarse era propia de militares faltos de talento y lógica natural, incapaces de aprender de sus años de experiencia como instructores de miles reclutas que reemplazo tras reemplazo venían manteniendo un comportamiento muy similar, por no decir igual. Con tal visión irremediablemente llegaban al despotismo, al abuso de autoridad, en suma, a la injusticia del tirano.
Tal proceder requería un serio planteamiento y prudente cálculo sobre como actuar y conducirse en el futuro, o sencillamente, de continuar con mi lucha interna, –todavía quedaban muchos meses por delante– el ánimo terminaría por ceder. Sentí envidia de quienes lograron adaptarse al nuevo régimen al poco de tiempo de llegar; respeto hacia quienes se resignaron ante las primeras broncas y admiración por cuantos resistieron hasta donde su fuerza se lo permitió [quien vence, vive].
Pues bien, como me encontraba con capacidad suficiente para sobrellevar y aguantar en lo que afectaba a la exigencia física por venir practicando de forma habitual algún que otro deporte, además de haberme preparado a conciencia antes de partir gracias a los consejos de mi amigo Paco, de igual modo, tenía que organizar en poquísimo tiempo un sistema de autodefensa para ‘fortificar’ mi punto más débil. Ya fuera por exceso de confianza o por haber sobrepasado mis cálculos, el ‘flanco más desguarnecido’ resultó ser el inmaterial: la voluntad. Fue un arreglo rudimentario, de urgencia, pero útil.
Asimilaría y almacenaría los nuevos principios y valores en un rincón estanco de mi mente, sin dar opción a que se entremezclaran ni pudieran contaminar aquellos otros que adquiridos desde la infancia venían siendo hasta entonces los rectores de mi comportamiento; después de todo el pensamiento es libre, no puede ser encadenado ni sometido.
Buscando la disciplina militar convertir a quienes la detentan y ejercen, en espejo donde los reclutas tenían que mirarse como ejemplo de abnegación, sacrificio, valentía y obediencia, mediante el empleo de aquella técnica, a mi modo de ver, se conseguía todo lo contrario al fin perseguido. Cuando se pretende incitar a un grupo de soldados –o paisanos– teniendo como única base el «ordeno y mando…» resulta ilusorio pretender que se sientan motivados y rindan si no están convencidos de lo que hacen, ya que difícilmente van a dar lo mejor de si mismos, ni en tiempos de paz, ni de guerra.
Contrariamente a lo que imaginaban, los reclutas sabíamos perfectamente diferenciar lo racional de lo irracional, el castigo justo del impuesto por capricho. Mientras que unos toleraron aquellas ideas como única salida, otros, las hicieron propias por sentir verdaderamente aquellos ideales; mi respeto hacia a ellos, después de todo ‘unos y otros’ teníamos algo en común, estábamos bajo la misma bandera.
¿ Desconocían nuestros superiores u olvidaban en su afán adoctrinador, que a la hora de la verdad sería el instinto de cada cual quien guiara nuestro comportamiento dictando la última orden ?. Así terminaba aquel juramento:”… y derramar si es preciso hasta la última gota de vuestra sangre” ?, por cierto, juramento modificado en dos ocasiones desde nuestro paso por el ejército. El último, si mis datos son correctos en 1999.
EL SARGENTO. EL MENDRUGO
Recuerdo que en el campamento había tres Secciones mandadas por sus respectivos sargentos. El suboficial que me tocó en suerte, –cuyo apellido voluntariamente omito, como evito otros adjetivos– era un sujeto bravucón, de puño fácil con los reclutas a los que casi doblaba en edad.
A la hora de la comida, nos habían dicho que solamente nos darían un pequeño trozo de pan, sin opción a repetir de tan básico alimento. La ración diaria no sobrepasó durante tres o cuatro días el medio chusco. Como desconocíamos el motivo de tal racionamiento cada recluta sacó su propia conclusión. Yo, sinceramente creí que formaba parte de las actividades propias de la instrucción militar. Otro pensaría que los de Intendencia se habían olvidado de llevarnos el pan y… otras 349 razones más. ¿ Cómo iban a decir el motivo a aquellos novatos a los que se les había prohibido pensar?. ¡¡No se come pan y punto!!.
Aquella misma tarde en la que no me tocó recoger colillas por los alrededores, fui a pelar patatas a la cocina [nunca pensé que dicha ocupación resultara tan gratificante]. Mientras cumplía con mi tarea, sigilosamente, un hambriento recluta entró en la cocina y fue directo hacia el cajón donde se guardaba el pan tomando un mendrugo. Antes de poder avisarle de la presencia del ‘sargento bravucón’, el pobre infeliz recibió la mayor paliza que puedo recordar. No salía de mi asombro: ¡todos aquellos puñetazos y patadas por un trozo de pan duro!. Tan degradante y vil comportamiento, me hizo sentir vergüenza de estar a las órdenes de aquel suboficial.
Estoy convencido que de habernos dicho el motivo de la restricción, que no era ningún secreto militar, nadie tomaría ni un bocado de más. Se entendería la medida por ser una razón convincente (hasta tal punto nos ninguneaban tratando de anular nuestra autoestima). La causa, –me enteré meses después en el Cuartel– no era otra que la falta de aprovisionamiento de harina en Intendencia, al no poder los anfibios acercarse al barco para descargar los sacos debido al temporal que duró casi una semana.(los que pertenecieron a la Cia. del Mar saben de este tipo de desembarcos).
<<<La disciplina consiste en que un imbécil se haga obedecer por otros que son más inteligentes .(Jacinto Benavente)>>>
Cuando de tarde en tarde me encuentro con el compañero y vecino Eduardo, con el que coincidí en la misma Sección en Hatarrambla, resulta inevitable recordar lo bueno y lo malo de aquellos días africanos.
Siempre comienza su conversación con la misma pregunta:
–¿ te acuerdas de aquel h… de sargento ?
–¿ cómo se llamaba…?
-Que no Eduardo…, que no me acuerdo.
-Dudo mucho que ni un solo recluta de los que sufrieron su mando diera una perra gorda por él, ¡ni después de 30 años!.
Personalmente considero buen ejemplo de militar, al superior –sin distinción de rango– que disponiendo de poder y autoridad, por usarlas con justicia no se extralimita en el uso dichas facultades. No hay mayor muestra de dominio que el de quien pudiendo recurrir a la fuerza no lo hace y consigue el respeto y obediencia de quienes entonces sí serán sus soldados. La autoridad no es una fuerza sin más, es algo más que no está al alcance de todos; solamente quienes conocen el verdadero valor de la dignidad, es decir, los mejores, se hacen merecedores de respeto y consideración de sus subordinados.
EL CAPITÁN
Mandaba aquél campamento un capitán al que por su alejamiento de los reclutas nunca pude juzgar como persona, ni como oficial; podría decirse de él, que estaba y no estaba, era simplemente, el capitán.
Me viene a la memoria su estirada estampa, de rígido y arrogante caminar. Tenía por costumbre adornar su sobaco valiéndose de un bastoncito con empuñadura y cantonera de plata repujada del que nunca se desprendía -en algún sitio leí que a tal artilugio le decían: ‘estupidómetro’-. Durante las horas que permanecía al frente del Campamento siempre se hacía acompañar, a unos tres o cuatro pasos de distancia, por ‘su sombra’. Exhibía el asistente aires de gastador: alto, muy marcial, la mayoría de las veces innecesariamente engalanado con guanteletes negros de charol calzados hasta el codo y, en el pecho, cruzando de diestra a siniestra gruesos y elegantes cordones rematados con borlas del mismo color. Todo muy colonial.
EUSTAQUIO
Queda inmortalizada en mis recuerdos la desgarbada figura del recluta Eustaquio. No era alto, de anchas espaldas, piernas arqueadas y rostro poco agraciado.
Su mundo se ajustaba a los límites marcados por las tapias de la dehesa en la que trabajaba como pastor de ovejas. Por más que lo intentó, nunca consiguió llevar el mismo paso que los demás sin ser capaz de sincronizar piernas y brazos; nunca logró girar a izquierda o derecha a la vez que el resto de la Sección. Esta falta de cualidades, unidas a su bondad, le hicieron ser el blanco perfecto, el chivo expiatorio de la compañía. Primero unos con sus broncas, luego otros con sus castigos, después envalentonados fueron los propios reclutas quienes cobardemente le hicieron diana de sus pesadas bromas y chascarrillos.
A las tres semanas de llegar a Hatarrambla, sin poder soportar por más tiempo la humillación y burla a la que día a día se veía sometido, el apacible Eustaquio decidió poner fin a su tormento cortándose las venas en los lavabos del campamento, buscando ante tanta crueldad una rápida salida. Aún con vida fue trasladado al Hospital de El Aaiún. Nunca supimos más de él.
Espero que siga disfrutando de su campo andaluz, quizá extremeño o salmantino.
EL EXAMEN
— ¡¡Atenta la compañía¡¡ los reclutas que nombre a continuación que bajen al comedor; dijo el cabo instructor.
Entre los 45 o 50 citados: el recluta Mateo.
–¿ Que haríamos mal?. Bueno, sea lo que sea, me libro de gimnasia.
El sargento de turno nos informa:
— Habéis sido seleccionados para presentaros de forma ‘voluntaria’(?) al examen de cabo.
–¿ Para que iba a darle un disgusto diciendo que no me quería presentar?.
–¡Venga el papel¡, dije para mis adentros.
Hasta aquel día, durante mi época de estudiante había hecho unos cuantos exámenes: bachiller, reválidas, PREU y algún que otro curso más. Las notas, que nunca llegaron a matrícula honor, siempre fueron más que aceptables y causa de satisfacción. Sin embargo es de este examen para cabo del que guardo el mejor recuerdo por la alegría que me proporcionó. Resultó ser la mejor calificación de todas las obtenidas en mi etapa estudiantil, ¡SUSPENDÍ!.
LOS DESTINOS
De regreso al campamento después de jurar bandera, se procedió a la adjudicación de destinos.
–Fulano: 3ª Compañía. Smara
–Zutano: 1ª Compañía. Aaiún
–Mengano: 4ª Villa Cisneros
Y así pasamos de: ‘mozos a quintos’, de ‘quintos a reclutas’ y de ‘reclutas a Agentes de la Autoridad’. Ninguno de los recién juramentados tendría ya que preguntar:¿ y que leches es la POLICÍA TERRITORIAL DEL SÁHARA ?
Esa misma tarde, después de tres meses de averno y lucha interna, salí de Hatarrambla con sensación de bienestar, eufórico y optimista. Había logrado mantener mi cerebro civil, bajo su gorra militar.
(*) ( diez años después) Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre (modificada L. 3/2002 )
<<< a los que hicieron la mili siendo: fontaneros, albañiles, mecánicos, pintores , carpinteros, electricistas, etc,etc,etc…>>>
ARTÍCULO 103
El superior que, abusando de sus facultades de mando o de su posición en el servicio, irrogare un perjuicio grave al inferior, le obligare a prestaciones ajenas al interés del servicio o le impidiere arbitrariamente el ejercicio de algún derecho será castigado con la pena de tres meses y un día a cuatro años de prisión.
<<< al recluta que cogió un trozo de pan, y a tantos otros >>>
ARTÍCULO 104
El superior que maltratare de obra a un inferior será castigado con la pena de tres meses y un día a cinco años. Si causare a la persona objeto del maltrato lesiones graves, se impondrá la pena de cinco a quince años de prisión. Si le causare la muerte, se impondrá la pena de quince a veinticinco años.
<<< a quienes se sintieron así.>>>
ARTÍCULO 106
El superior que tratare a un inferior de manera degradante o inhumana será castigado con la pena de tres meses y un día a cinco años de prisión.
Aquellas técnicas, superadas en las actuales Fuerzas Armadas, fueron sustituidas por otras más favorecedoras para la tropa. No obstante, las nuevas normas orientadoras del comportamiento que deben guardar los mandos con sus subordinados, pueden conducir fácilmente al extremo opuesto.
¿ Quién no ha vivido esta escena, o muy similar, ocurrida en el año 1997 ?.
Por razones de espacio resumo:
<<< «Resultan ser hechos probados, (…) cuando el (rango del militar) Don…. se encontraba en el campo de (ubicación del campo), al mando de la Linea de Tiro de las prácticas con cetme con los reclutas (…), y una vez finalizada una serie de cinco disparos, al disponerse los reclutas a extraer el cargador de sus respectivas armas, se dirigió al soldado ( C.B.P.), de forma rápida y enérgica diciéndole: «»no gires el cetme»», a la vez que le propinaba un golpe con el puño en la parte trasera del casco, colocándose frente a él arrebatándole el cetme con una mano a la vez que con la otra le daba un empujón retrocediendo el citado Soldado un paso como consecuencia del mismo, (…) Igualmente se declara probado que el Soldado corregido se movió con el cetme, que había una línea de tiro de 18 soldados…
SEGUNDO.-(…) El Tribunal Militar (…) dictó el siguiente Fallo:
«Que debemos condenar y condenamos al procesado (grado del militar) Don… , como autor responsable de un delito en grado de consumación de Abuso de Autoridad, previsto y penado en el art. 104, inciso 1º del Código Penal Militar, (…) a la pena de (…) MESES Y UN DIA DE PRISION, y las accesorias legales de (…)
[los paréntesis subrayado y negrita , son míos]
<<Sé flexible como un junco, no tieso como un ciprés. (Talmud) >>
Urrieles Dobra, Mateo. 03-12-2004
Policía Territorial
Otros relatos del mismo autor:
Relato 010a.- “RECORDANDO-I ‘INICIO’ “
Relato 010b.- “RECORDANDO-II ‘LA DUDA’ “
Relato 010c.- “RECORDANDO-III ‘HATARRAMBLA’ “
Relato 010d.- “RECORDANDO-IV ‘AUTORIDAD Y DISCIPLINA’ “
Relato 010e.- “RECORDANDO-V ‘EL CUARTEL’ “
Relato 010f.- “RECORDANDO-VI ‘EN EL AAIÚN. DE REGRESO’ “
Relato 010g.- “RECORDANDO-VII ‘LOS DE REEMPLAZO’ “
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