UNA VISIÓN POBLACIONAL DEL SÁHARA
La vida cotidiana en el Sáhara la formaba toda una sistemática y conglomerada nómina de habitantes que formaban la rúbrica poblacional de todo el entorno del territorio, comprobando perfectamente este narrador la armonía imperante entre autóctonos y resto de europeos. El que suscribe le ha dedicado muchas páginas al general de Brigada de Infantería (H) don Francisco Bens Argandoña, así como al teniente general don Gerardo Mariñas Romero, por su paradigmática conducta y bien hacer para con el Sáhara, muy digno de su publicación, aunque al final de su etapa sahariana el ejecutivo no se portó nada bien con el general Bens, cuyas causas (y que quede bien claro que defenderé siempre, a capa y espada, al general) no me importa publicarlas cada vez que sea necesario. Se trata de dos excelentes mandos militares que ocupan lugar preferente entre mi conciencia, mis archivos, vitrinas y documentación pública, por muchos motivos (con el teniente general tuve un trato muy entrañable de por vida). No sólo son tratados con cariño, valoración y admiración, sino que están envueltos y elevados con mucha solidaridad.

Antes de seguir tengo que apuntar (como ya he dicho muchas veces) que ningún sistema político, escuela filosófica, régimen, ni doctrina de los expertos, sale bien parado en mis manifestaciones públicas en este sentido, sencillamente porque se debería de haber contado con la opinión profesional de quienes conocían bien aquel teatro de operaciones, y no dejar en manos de los políticos erróneas formas de actuar en aquel, en muchos casos, indómito sector. Resulta muy triste que la gobernabilidad, en muchos casos, quede en manos de políticos al uso, que ordenan en lontananza (vamos, desde Madrid) instalados en un despacho con moqueta y aire acondicionado, sin tener en cuenta ni la antropología, climatología, etnias, oceanografía, orografía, tipología …de un territorio como el Sáhara…

Llevo dedicándole al África Occidental Española muchas páginas y artículos, y todos tildados de cariño. Hoy me refiero a la diversidad poblacional del sector que hace necesario (naturalmente, a mi manera de ver) que este colectivo, de espíritu sahariano, se denominase universalmente *Veteranos del Sáhara*, si debido a la abundancia de personas que por allí pasamos, por diferentes causas, diversas y abundantes; por lo que tal título da cabida a un interminable rosario de actividades universales que también se incluyen, y que, obviamente, tuvieron cabida en el Sáhara : camareros y hosteleros; comerciantes canarios; distribuidores y depositarios de casi todo; empleados y mandos de Fosfatos de Bucráa; esposas, hijos y resto de familiares de trabajadores destinados; funcionarios de diversas administraciones; militares (naturalmente) de todos los escalones y circunstancias; operadores turísticos; pescadores; policías; restauradores; sanitarios; técnicos de mantenimiento … Hasta algún observador de la ONU sintió simpatías por el territorio…

Por ello, la oferta de Veteranos del Sáhara ha de ser inclusiva, y no solamente reducirla al ámbito propio de los que allí realizaron su Servicio Militar (importantísima, imprescindible y básica misión, naturalmente, y que fueron aplastante mayoría), circunstancia ésta altamente valorativa sin lugar a la menor duda. Por otra parte, el término *mili Sáhara* no es de carácter solamente inclusivo por las causas más arriba señaladas. Por otro lado, a muchos mandos militares (en la práctica) no les encajaba afiliarse a una asociación que daba a entender que era exclusiva de la tropa. Este articulista, a este respecto, ha tenido que salir al paso de diferentes comentarios, cerca del generalato, aclarando un poco las ideas, haciéndolo en este sentido: *Mire usted, mi general, los soldados que estuvieron en el Sáhara, una vez cumplidos los deberes militares, tuvieron un gigantesco abanico y despliegue de actividades de todas clases, a todas luces, y en todos los sectores, estamentos y servicios. Yo he conocido a soldados (probablemente como la mayoría de los lectores de este boletín) que, andando el tiempo, llegaron a ser gobernadores civiles, presidentes de comunidades autónomas, presidente de tribunales superiores de justicia de comunidades autónomas, ministros, jueces, fiscales, ingenieros, e incluso clérigos. También hubo quien ejerció privadamente el comercio, la industria manufacturera, el notariado, la banca, el mundo de la moda… Yo conocí a un antiguo soldado convertido en cualificado profesional, con una más que sólida posición, que había servido en La Legión… Pues bien, este hombre cada 20 de septiembre acudía a su Tercio con camisa legionaria y chapiri incluido, dentro de su portentoso Rols-Royce, conducido por su chófer particular rigurosamente uniformado y con gorra de plato, por más señas*.

Finalmente, voy a añadir algo, que vengo observando ya muchos años, sin que note demasiado arreglo. No tiene nada que ver con el tema elegido en este artículo -pero sí en el ambiente poblacional-, mas da que pensar. Muchos profesionales, de rango superior y muy superior en el panorama de Defensa, da la impresión (a la vista de su comportamiento) de que piensan que aquello no se va a terminar nunca, que nunca van a pasar a la reserva, y luego al retiro. Que cuando entreguen el mando todo va a quedar igual, cuando eso no ocurre ni por el forro: Pierden prebendas, complementos, la invitación al palco de honor en algún acto, vehículo oficial, pases de favor, ayudante de campo, asistente doméstico, escolta de seguridad… Ya no es lo mismo lo que no es lo mismo, y me explico. Un mando con tres luceros que para asistencia a fiestas mayores del lugar disponía de coche de caballos de uso individual, resulta que cuando entrega el cargo ya no suele acercarse más por su antiguo destino, debido a las acentuadas carencias con las que se va a encontrar, pues si desea ser paseado en calesa (como antes con el cargo lo hacía), se va a encontrar que para el disfrute del coche de caballos se tiene que poner en cola de más gente pretendiente a lo mismo, pues hay un vehículo disponible para mucha gente, y el que utilizaban cuando disponían del alto cargo está reservado exclusivamente para el alto mando que esté en activo/en vigor en ese momento. Esto hace que sea habitual la no comparecencia jamás por la plaza donde ejerció ese alto mando, al esfumarse buena parte del protocolo, infraestructura, la pompa y el boato. Recuerdo en un concreto y distinguido centro militar estar esperando pacientemente en una sala, todos sentados, a ser llamados para despachar algún asunto, y ver llegar a un teniente general ®, no haber silla libre, y nadie de inmutó. Yo no puedo presenciar esas cosas porque no va con mi forma de ser y actuar, y enseguida me levanté y le dejé mi asiento.

Sobre estos extremos apuntados, finalmente, si se me permite, yo actuaría de la siguiente manera : Si ejerciera, por ejemplo el generalato, teniendo una abundante secretaría, infraestructura, logística, y, consecuentemente, mucha gente a mi mando, pienso (de siempre lo he pensado) que el sargento a mis órdenes haciendo tal gestión, o el capitán supervisor del despacho de al lado, u otro mando de mayor rango pero subordinado, el día de mañana, si han sido aplicados, han demostrado inquietudes, y han estudiado (si han tenido auténtico afán de progreso -si han podido ascender a teniente, o comandante, o a lo que fuese, cuando yo ya estoy más que retirado, y necesito alguna asistencia de aquella dependencia-); si mi comportamiento para con ellos fue agradable y limpio, lo más seguro es que me atiendan perfectamente en mis gestiones, y el recibimiento fuera espléndido. Pero si fuí osco, ponepegas, y desagradable, me temo que la acogida no sea generosa, ni mucho menos esplendorosa.

Y ya me despido, esperando y deseando de que nadie tergiverse mis palabras, y le dé un sentido que no tiene. ¡Siempre he sido partidario del “hoy por tí, y mañana por mí “! La vida da muchas vueltas, y no siempre se mantiene uno en la onda más óptima…

González Del Piñal Jurado, Francisco
La Legión, IV Tercio
BIR 1, 1971